Los jóvenes aguiluchos cenizos nacidos este año han alzado vuelo una vez más, aportando otra generación al futuro, tratando de conjurar ese peligro constante de desaparición, de extinción.
Es casi un milagro que se mantengan, año tras año, las parejas reproductoras de esta elegantísima y carismática rapaz, en un territorio tan tensionado y que tanto ha cambiado en las últimas décadas.
Me viene a la memoria todos los naturalistas y biólogos históricos (algunos como Jimmy ya desaparecidos, otros muchos aún con nosotros) que en algún momento de sus vidas se ocuparon y preocuparon por el aguilucho cenizo.
En una suerte de caudal imparable, los desvelos para que la especie siga volando etérea sobre nuestros saladares, llegan a nuestros días con las nuevas y, probablemente, mejor formadas que nunca, generaciones de profesionales de la conservación.
Destacar, por supuesto y como no podía ser de otra forma, la cada vez mayor presencia de compañeras biólogas, ambientólogas, ornitólogas y naturalistas que se han unido con gran entusiasmo y, sobre todo, enormes conocimientos teóricos y prácticos, a esta tarea común de la conservación, a esta forma de ser y estar en el mundo.
No habrá retroceso, en ningún ámbito, porque juntos estaremos vigilantes.
Como siempre, gracias Miguel (otro histórico en activo), por la foto de ese joven posándose junto a su madre.
FUENTE: Crónicas Naturales de Torrevieja